El pasado 17 de marzo, en la casa de cultura Lugaritz, asistimos a la representación teatral, que comparte título con la novela en la que se basa:
De ratones y hombres de Steinbeck
Uno de los grandes clásicos de la literatura, ambientado en la ‘Gran Depresión’ norteamericana, que, desgraciadamente, está más de actualidad que nunca debido a la crisis actual.
Una novela corta, fuerte y, en definitiva, una mítica que lo tiene todo: espacios grandes, personajes interesantes, gritos, sudor, lágrimas. También hay violencia, fantasmas, sueños…
Cuenta las peripecias de Lennie Small, un grandullón con discapacidad intelectual, y su inseparable amigo George Milton, inteligente y observador. Ambos recorren las comarcas rurales de California en busca de algún trabajo que los saque de la pobreza y les permita comprarse una tierra, montar una granja y «vivir como príncipes».
Su estilo es muy actual; se centra en describir los hechos. Intenta escuchar atentamente los diálogos, pero no emite ningún tipo de dictamen moral, ni se pone en el lugar de los personajes de la novela, se centra en los comportamientos.
Sobre la obra en el Imanol Larzabal aretoa:
El actor Gadiel López, Jorge, astuto y quien tiene un plan concreto para salir de la miseria, protagoniza junto a Héctor Sánchez, Luis, que combina la ternura y la inocencia con una fuerza descomunal esta obra dirigida por Manolo Orjuela y trasladada a los campos colombianos, adaptación que no estuvo solo a cargo del director, que se reunió con los actores para escoger las partes de la novela y cómo encararlas. El deseo de prosperar en un lugar mejor es la razón para continuar en el camino. Es la historia de dos perdedores que no tienen dónde ir pero que se tienen el uno al otro. El dúo de protagonistas se complementa con Laura Rodríguez, quien encarna a la esposa del patrón de la finca a la que llegan a trabajar Luis y Jorge, ese “oscuro objeto del deseo” hará que todo cambie para siempre.
El montaje está realizado con un concepto de formato pequeño ya que apenas se recurre a unos metros de la escena que muestra lo que parece ser la pared de un establo, con lo que la acción se centra en la notable interpretación de los actores que navegan entre la adversidad y la hilaridad, entre problemas y anhelos.
Y el elemento que complementa la puesta en escena es la música, interpretada en vivo por el guitarrista Jorge Arbeláez. “Esto tiene lo que lleva la buena música de cámara, que es intimista pero universal. Es decir, la música es colombiana, pero no es folclórica, apela a códigos musicales que son propios de regiones” asegura Arbeláez.
Es un montaje con algunos momentos de comicidad. Pero, definitivamente es un canto a la amistad que huele a tragedia desde su comienzo. El espectador queda abatido ante las consecuencias de la lucha por la supervivencia y el destino de los más débiles, y reflexiona sobre la condición del ser humano.